El automovilismo es una pasión en nuestro país y los tucumanos la compartimos. A fines de la década de 1930, el Turismo Carretera atraía multitudes a cada lugar por donde pasaban los bólidos. Los recorridos se hacían por caminos de tierra y la polvareda que levantaban los autos a su paso ennegrecía a los espectadores cercanos, mientras era un aviso para los que esperaban adelante.
En 1939 se disputó el Gran Premio Extraordinario. Se largó en Córdoba el 29 de octubre. La primera etapa unió la ciudad mediterránea con Santiago del Estero, con unos 446 kilómetros de recorrido. La segunda se largó en la “Madre de Ciudades” y antes de terminar en Jujuy pasaba por tierra tucumana, casi como un ave. Pero es la tercera etapa la que nos importa: los autos venían desde Jujuy rumbo a Catamarca y debían volver a pasar por Tucumán. Sucedió que, casi como un regalo para los aficionados, la prueba sufrió una neutralización de más de una hora. Esto obligó a los corredores a realizar una largada minuto a minuto rumbo a Catamarca.
Neutralización
Es momento de hablar de quiénes conducían las máquinas. En LA GACETA del 1 de noviembre se mostraba la largada de los dos primeros. Al piloto del Ford número 19, Daniel Musso, líder de la general hasta ese momento, le bajó la bandera el vicegobernador Arturo Álvarez. Mientras que el segundo, a bordo de un Chevrolet 1939 con el número 38, recibió la bandera de nuestro subdirector Alfredo Coviello: era nada más y nada menos que Juan Manuel Fangio.
Los corredores habían iniciado la jornada a las 5 del 31 de octubre en Jujuy; como a las 7.22 pasó Musso por Rosario de la Frontera y el “Chueco de Balcarce” lo hizo dos minutos después. Los corresponsales y los periodistas de LA GACETA seguían la prueba con precisión.
Anuncio radial
Cuando por las radios se anunció la llegada a Tucumán de los primeros coches procedentes de Jujuy, y una hora después se anticipó la largada hacia Catamarca, fue mayor la inquietud en la población, viéndose mayor concurrencia en calles por las cuales debía hacerse la pasada. Personal policial cooperó eficazmente en todas las localidades con las delegaciones del Automóvil Club Argentino, en el control y seguridad del orden en los radios urbanos y de accesos, gracias a lo cual no se registró accidente alguno a pesar del marcado interés por ver de una más corta distancia los coches, anunciaba la crónica. Los controles, ubicados en Monteros, Aguilares y Villa Alberdi, mostraban la paridad entre los dos primeros pilotos, separados por menos de dos minutos. El relato continúa así: aprovechando el buen estado de los caminos, los corredores imprimieron un tren violento a la carrera, que fue disminuyendo a medida que se acercaron a La Cocha y más aún al entrar los volantes a los cerros catamarqueños.
Tormenta
La crónica sigue con información sobre cómo se había desarrollado la prueba en cada pueblo por donde pasaban los coches, y cuenta que una tormenta complicó el tramo final de la etapa, lo que obligó a disminuir aún más la velocidad. Musso recibió un premio de 200 pesos que el Gobierno de Catamarca asignó al ganador de aquella etapa. La gran cantidad de público que esperaba ovacionó al ganador y a cada uno de los pilotos que iba llegando.
Un duro recorrido
La prueba siguió con la cuarta etapa, desde Catamarca a San Juan, considerada la más brava. Los arenales sanjuaninos fueron una complicación para los pilotos: muchos de ellos no los conocían y otros no tenían experiencia sobre ellos. Se agregó el hecho de que llovió y crecieron los ríos, lo que llevó a suspender la largada para el día siguiente, 2 de noviembre. Los pilotos mandaron un telegrama de protesta por la suspensión.
Esa etapa fue ganada por Fangio, que se encaramó así a la cima de la general. El tramo siguiente, hasta San Luis, fue complicado para el balcarceño, al tiempo que aparecía por primera vez Oscar Gálvez en la cima y Musso recuperaba la punta de la general. La sexta etapa llegó hasta Bahía Blanca (886 kilómetros); Gálvez se alzó con ella y llegó a la punta de la general.
Los hermanos Galvez
La última parte de la prueba afianzó el trabajo de los hermanos Gálvez, que se alzaron con el triunfo en La Plata. Musso quedó segundo; Rosendo Hernández, tercero y Pablo Mezples, cuarto; todos ellos con Ford. En quinto lugar aparecen Fangio y su Chevrolet.
El Gran Premio Extraordinario tuvo un recorrido de 4.602 kilómetros, largaron 125 competidores y llegaron menos de 50.
El campeonato de 1939, que contó con varias competencias y sumó miles de kilómetros, fue ganado por Ángel Agustín Lo Valvo, mientras que Gálvez fue subcampeón. Fangio se tomó el desquite y ganó las ediciones de 1940 y 1941.
Un beso para darle suerte
Arquatino Príncipe, piloto del coche número 37, sufrió un vuelco espectacular, que le rompió las puertas del coche y causó algunos otros desperfectos, tal como se puede ver en la foto. Ello lo obligó a retrasarse mucho y a perder tiempo precioso. La foto muestra el momento en que lo despide su sobrina, Herminia de Gerardi, mientras María Esther Gerardi y Salvador Gerardi asisten gozosos al momento. Un beso de despedida y de buenos augurios es una inyección anímica difícil de valorar en toda su importancia. Cómo siguió la prueba para Príncipe fue un misterio. En las clasificaciones de las etapas posteriores se pierde su rastro; quizás en el complicado paso por los arenales sanjuaninos haya quedado detenido. Tal vez en el largo tramo entre San Luis y Bahía Blanca su coche no haya podido aguantar más el duro trajín. El Gran Premio Extraordinario que se inició con 125 competidores terminó con poco más de 40; él estuvo entre los que abandonó.